jueves, 9 de agosto de 2012

Túnel Transatlántico


Aunque es una idea interesante, de momento está archivada en la sección de ciencia-ficción: un tren supersónico por suspensión magnética uniendo Europa y América bajo las aguas del Atlántico a casi 6.500 km/h.
No es imposible: En Noruega creen que el tipo de túneles necesarios son factibles hoy en día, aunque caros; los trenes con tecnología de levitación magnético están funcionando ya. Aunque lo de la velocidad supersónica requiere un paso crítico adicional: hacer vacío en los túneles, extrayendo el aire de su interior, para eliminar la resistencia aerodinámica del tren y los efectos producidos por la variación de presión a su paso y que puede resultar fatales para el túnel.
El coste podría rondar los 130.000 millones de dólares
El túnel entre Europa y América del Norte
¿Es posible construir a través del Atlántico? ¿Se podría viajar en tren desde Londres a Nueva York? Análisis de un potencial túnel transatlántico.
La emoción de poner a prueba los acelerados avances de la tecnología y el siempre eterno ansia de la humanidad por buscar desafíos, nos lleva a desarrollar proyectos que quizá no podamos asumir.
Hacer una conexión entre Europa y América que no dependa de barcos ni aviones ha sido una de esas ideas que siempre han estado ahí, pero cuyo éxito parece imposible. El Atlántico es un océano que ocupa más de 106 millones de kilómetros cuadrados, con una distancia Este-Oeste media de 4.870 kilómetros, siendo 5.585 kilómetros la distancia entre Nueva York y Londres, dos ciudades usadas como ejemplo a menudo en estas propuestas, por su categoría de grandes urbes económicas y por la relativa cercanía de la una con la otra.
La historia de una idea: atravesar el Atlántico en tren
Existen varias películas, la primera de ellas de 1914, sobre la posibilidad de un túnel transatlántico, estas películas están basadas en una novela del autor alemán Bernhard Kellermann, escrita en 1913, "Ser Túnel" ("El Túnel"), considerada una de las novelas más exitosas de la primera mitad del siglo XX al vender más de 100.000 copias en 6 meses. La novela gira en torno a la construcción de un túnel que unirá Europa y América, pero varios desastres ocurren durante su construcción, haciendo que cuando esta consigue terminarse, el túnel queda completamente obsoleto, ya que los aviones resultan un medio de transporte mucho más adecuado para viajar de un lado a otro del océano.
Antes incluso que Bernhard Kellermann, el hijo de Julio Verne, Michel Verne, escribió en 1888 una historia , "Un Express de l’avenir" ("Un Expreso del Futuro") donde describe la estructura de un tren que uniría Boston y Liverpool: “[...] más de 3.000 millas de tubos de acero, pesando más de 13.000.000 toneladas, fueron requeridas, con un número de barcos necesarios, para el transporte del material de 200 naves de 2.000 toneladas, cada una haciendo treinta y tres viajes”. El tren se movería a gran velocidad gracias al aire comprimido.
Posibilidades de construcción más actuales
En 1960 se presentó la idea de un tren de levitación magnética (maglev) en el interior de un túnel submarino, el proyecto no llegó a ninguna parte pero cada cierto tiempo resurge la noticia de que alguien el alguna parte podría estar desarrollando este concepto. En realidad tales proyectos nunca pasan de la fase de “propuesta”, en ocasiones ni eso y las noticias al respecto no son más que un reciclado de otra anterior.
En 2003 el programa de Discovery Channel Megaconstrucciones ("Extreme Engineering", "Ingeniería Extrema", en original) cogió la base del proyecto de 1960 para crear su capítulo "El Túnel Transatlántico", actualizando la idea con nuevas tecnologías. Entre ellas se encontraría hacer un “túnel suspendido” (o "submerged floating tunnel", "túnel sumergido flotante"), el túnel no se extendería por el fondo marino, sino que “flotaría” hasta una altura más o menos constante bajo el nivel de superficie (como 100 metros, aproximadamente) utilizando anclajes al fondo y cables metálicos para conseguirlo.
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El túnel viajaría en el vacío, que junto con el sistema de levitación magnética lo convertiría en el medio de transporte más veloz jamás construido, al eliminar al mismo tiempo la resistencia del viento y de los raíles, logrando así velocidades que alcanzarían aproximadamente los 8.000 kilómetros por hora, por lo que el trayecto entre Londres y Nueva York apenas duraría una hora.
Los problemas económicos y técnicos
Una obra de estas características exige la más avanzada tecnología y existen aún muchas lagunas en nuestros conocimientos. El mar es aún difícil de entender y peligroso, puede atacar nuestras infraestructuras de miles de maneras. Las islas artificiales de Dubai, por ejemplo, requieren un continuado mantenimiento con rellenos, porque las aguas se llevan la tierra de las mismas.
Se necesitaría luchar contra la presión, corrientes, temperaturas, un océano peligroso, placas tectónicas muy activas y la corrosión, por no hablar de las ingentes cantidades de materiales y recursos que serían necesarios. Todo esto tanto en su construcción, durante su funcionamiento y, por supuesto, durante las labores de mantenimiento.
A fin de cuentas, probablemente el mayor inconveniente sea el dinero. Por interesante que a simple vista pueda parecer un medio de transporte rápido y económico de un lado al otro del Océano Atlántico, el dinero necesario para construir tal puente o autopista, bajo o sobre el mismo, supera con creces sus ventajas. Hace algunos años el servicio de Concorde tuvo que ser cerrado por falta de beneficios. Otros grandes túneles submarinos, aunque mucho menos ambiciosos que este, sufren severos problemas de rentabilidad.
Aunque la idea de unir ambos continentes a través de estos medios sigue estando ahí, y siguen existiendo personas soñadoras que creen que podrían ser capaces de llevarlo a cabo, la tecnología aún necesita al menos un par de saltos de gigante más para que un proyecto de estas características resulte posible y rentable.
Ah, qué sería del mundo sin soñadores que, en una actitud al mejor quijotesca, emplean su vida y recursos en perseguir una meta tan imposible como, quizás, también ridícula. Si bien pocos llegan a ver sus frutos, es gracias al espíritu emprendedor y soñador de éstos soñadores que el mundo se merece una oportunidad.
El túnel transatlántico y la posterior locura de su constructor
Alexander Stanhope St. George era un visionario, tan visionario que, tras un viaje a New York y haber vislumbrado el puente de Brooklyn, ideó construir un túnel telescópico entre Londres y New York con el fin de intercambiar noticias e información al instante entre ambos continentes. Esto además fomentaría le comercio, permitiendo mostrar catálogos de productos y mercancías.
Si bien es una idea aparentemente muy alocada como para haber sido llevada a cabo, St. George no se rendiría, y tras años de investigación y planeamiento del proyecto, comenzaría en 1890 la excavación del mismo. la misma tendría lugar en una de las islas del atlántico, facilitando así la entrega de suministros y la logística del proyecto.
La realidad demostraría ser mucho más dura que cualquier plano, y durante los más de 4 años que Alexander y su equipo invirtieron en la isla, infinidad de accidentes y contratiempos comenzaron a surgir. Desde plagas y sabotajes, hasta brechas en las paredes de los túneles que llevaban a inundaciones violentas; hasta curiosos visitantes que terminaban perdidos en las laberínticas excavaciones y reporteros sensacionalistas que atormentaban al pobre ingeniero dando a entender que el túnel iba a inundar a Londres, fueron suficientes para que St. George quedara, literalmente, loco.
Su años finales serían transcurridos en la clínica mental de Bethnal Green, desde la cual, delirando y viviendo constantemente temeroso de que las paredes repentinamente se agrietasen, y un aluvión de agua lo cubra.
Afortunadamente, como ya hablamos en Anfrix hace unos meses, su tataranieto terminaría el proyecto simbólicamente
La romántica idea de unir físicamente Europa y Estados Unidos por un túnel subterráneo es hoy una “realidad” gracias a un “telectroscopio” que permite que personas de Londres y Nueva York se vean las caras en tiempo real.
Túnel trasatlántico une a Nueva York y Londres
Peter Kohlmann, productor del proyecto en Nueva York, explica que el “telectroscopio” mide diez metros que terminan “entrando” en la tierra, hay unas cámaras de alta definición conectadas por fibra óptica para simular en tiempo real un túnel de verdad.
Para ello, el artista británico Paul George ha creado un “telectroscopio” bajo el Puente de Brooklyn, en Nueva York, y otro junto al Puente de Londres, de forma que quienes se asoman por el cristal de un lado del Atlántico son vistos por el otro.
“Es fascinante, no puede ser que exista un túnel tan largo que vaya por debajo del mar y que se vea también a gente que está tan lejos, pero es verdad, porque allí es de noche y aquí es de día”, aseguró una mujer mientras devolvía el saludo a alguien que le mandaba mensajes desde Londres.
George asegura en su web que la idea de este “túnel transatlántico” moderno, que “tiene” más de tres metros de diámetro, fue de su bisabuelo, quien emprendió la construcción del gigantesco tubo que ahora él se ha encargado de terminar.
Sin embargo, el secreto del invento, que permanecerá montado hasta el próximo 15 de junio durante las 24 horas del día, no es tan romántico.
Según explicó Peter Kohlmann, productor del proyecto en Nueva York, en realidad al final del “telectroscopio”, de unos diez metros que terminan “entrando” en la tierra, hay unas cámaras de alta definición conectadas por fibra óptica para simular en tiempo real un túnel de verdad.
El nombre del aparato surgió a raíz de un error mecanográfico de un periodista del siglo XIX, que escribió “electroscopio” para hablar del instrumento que se utiliza para medir cargas electrostáticas en un artículo en el que también decía que el aparato en cuestión servía para “eliminar ausencias”.
Con ese telón de fondo, el artista británico se puso en contacto con la compañía Artichoke para desarrollar una idea que durante esta semana se ha hecho realidad, tras un curioso despliegue en el que los responsables hicieron creer en cierto momento que desde el suelo de ambas ciudades aparecía “por fin” el extremo de la tuneladora que estaba haciendo un túnel bajo el Atlántico.
Aunque el invento se inauguró anoche, coincidiendo con la apertura de las celebraciones del 125 cumpleaños del Puente de Brooklyn, decenas de crédulos y curiosos continúan asomándose con admiración al extremo neoyorquino del “telectroscopio” para ver a los londinenses.

Además, escribían mensajes en una pizarra para que los leyeran a más de 5.500 kilómetros de distancia sus “interlocutores”, como el previsible “te estoy viendo”, el desconfiado “salta”, para comprobar que es en tiempo real, o el sentimental “Te quiero”.

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